Ya han sido cinco las ocasiones en la cuales el
proyecto de ley que busca castigar a los conductores ebrios con cárcel se cae
en el Congreso. Ahora, y con el contundente apoyo del gobierno, el senador Roy
Barreras está luchando en el Senado para llevar el proyecto a buen puerto.
Sin embargo, y a pesar de lo bueno que podría parecer el
proyecto, fueron varios los
inconsistentes argumento que, durante esas cinco anteriores ocasiones, dieron los padres
de la patria para tumbar tájateme la
ley. En esta ocasión el representante Germán Navas Talero señaló que
el proyecto es inconveniente para la constitución puesto que el derecho penal
solo debe ser aplicado cuando hay daño a un bien jurídico como la vida; es decir,
en palabras castizas, cuando el borracho ya ha atropellado al transeúnte. (Contra-
argumento)
Lo que esta vez se le olvido al honorable
representante es que el vacío jurídico para juzgar a los ebrios al volante es
inmenso. No solo la no obligatoriedad de
someterse a la prueba del alcolímetro, sino
la histórica impunidad que ha dejado esta clase de irresponsabilidad. Cómo
se le ocurre al jurista Navas que el proyecto
de ley es inconveniente a lo que dice la constitución, cuando precisamente, lo
que se busca defender es el bien más sagrado y legítimo que tiene una persona
como lo es la vida. Según Gloria Stella Díaz, ponente de la ley en la Cámara de
representantes, “manejar borracho es
como andar con un arma o con una bomba de tiempo”. Para Díaz es necesariotipificar como delito el solo hecho de manejar alicorado, puesto que la ley
debe anticiparse y no esperar a que haya un resultado de muerte o lesión.
Y si lo anterior no es suficiente para demostrar que
el manejar en estado de embriaguez si debe ser considerado como un delito, solo
basta con mirar las estadísticas de la policía de tránsito con relación al tema:
en el 2012, entre enero y el 15 de julio, murieron 249 personas y 1.300
resultaron lesionadas en todo el país en accidentes causados por conductores
borrachos.
Eso de que el proyecto es inconveniente deja mucho
que pensar y tiene todo el empaque de ser otra rebuscada escusa para justificar
lo que todos sabemos: el Congreso es manejado por lobistas y las leyes están hechas
a las medidas de unos pocos.